Saltar al contenido

¿Cómo nace una emprendedora?

¿Soy emprendedora? ¿Lo seré algún día? ¿Cómo y cuándo tendré mi propio negocio?

Preguntas que circulaban en mi mente a muy temprana edad mientras veía a mi mamá dividiendo el ingreso quincenal con una libreta, lápiz, calculadora y sobres frente a ella con nombres escritos: súper, luz, agua, ahorro, Naye, etc. A veces tranquila, otras veces preocupada o angustiada, pero siempre ocupada en resolver.

Cada quince días recuerdo que mis padres me daban lo equivalente a 20 pesos de hoy. Y me decían: “¡ahorra hija!, uno cosecha lo que siembra”. A veces al escuchar eso reía porque imaginaba ¿que sería sembrar estas monedas y ver nacer un árbol de dinero?

Todo cobró sentido tiempo después cuando tenía 11 años y decidí comprar material para hacer pulseras con diversos colores, así como palomitas caseras que embolsaba con dibujos de personajes de moda. Todo esto lo llevaba al colegio y lo vendía, logrando que esos 20 pesos se convirtieran en 40, luego en 80 y así sucesivamente. Fue cuando entendí la idea ¡esto entonces es sembrar dinero para verlo crecer! Ese fue mi primer contacto con el emprendimiento y lo que ahora lo conozco como inversión.

Mis primeros pasos

Siempre fui muy introvertida, callada, tímida, pasar desapercibida me resultaba satisfactorio ya que el bullying era habitual. Mi trabajo era sacar buenas notas. Eso siempre lo tuve en mente y mi meta era tener mi propio negocio, administrar mis propios sobres, divertirme en el proceso, y apoyar siempre a mis padres.

Llegó el momento de entrar a la universidad, me entusiasmaba la idea de ¡ahora si voy a estudiar algo que me dirigirá a mi objetivo!. Lo que hacía falta era el recurso para diversos gastos, tenía ahorros, pero no alcanzaban. Me desanimé mucho, platiqué con mis papás y ahí mi mamá me dijo “no te preocupes hija”. Abrió un cajón, sacó una tarjeta y me dijo: “este es el sobre que se llama Naye, he ahorrado durante todos estos años para que puedas estudiar”.

Ese sentimiento que viví de agradecimiento fue una llama que se encendió en mi corazón. Los abracé a ambos y les dije: ¡Voy a luchar, se los prometo, todos los días recordando su esfuerzo! GRACIAS.

Estudié la carrera, vencí mis temores e inseguridades que si bien todavía no dejo me limiten. Hice 6 emprendimientos que incluían una florería, producción de fruta orgánica y organización de eventos. Todos quebraron, pero lo más importante es que aprendí de ellos.

Todo cambió

Decidí actuar en congruencia y pensar primero en mis fortalezas, mis debilidades, mis pasiones, mis ideales y desarrollar un emprendimiento en congruencia. Fue como nació mi primera empresa de comercialización de sistemas solares 12 años después. Abrí dos empresas más y lidero proyectos de una organización civil a nivel nacional.

El ganador del premio Nobel de la Paz, Al Gore, hace dos años me entregó un premio frente a más de dos mil personas. Cuando llegué a casa después del evento abracé a mis padres y les dije “gracias por dejarme ser, gracias por creer y gracias por construir. Ustedes permitieron despertar a la emprendedora que hay en mí”.

Mi mensaje de cierre es: no claudiques, sé tu mejor aliada, prepárate, capacítate, ahorra, construye y sé congruente. Hoy y siempre es el mejor momento para emprender.